Cuando nos han roto el corazón varias veces, perdemos la seguridad en nosotros mismos, nuestra autoestima se cae por los suelos, nos volvemos más fríos y silenciosos en lo referente a lo afectivo. Es por eso que cuando nuevamente alguien especial entra en nuestra vida, no nos atrevemos a decir lo que sentimos, por miedo al rechazo, y en un principio huimos de todo pensamiento amoroso. Pero el amor y el deseo son cosas que no se pueden ocultar, y tarde o temprano salen de ti sin poderlo remediar. Y luchamos, iniciamos una batalla cuyo fin es conseguir aquello que nos llena, esa parte de la vida que cubre ese vacío que nos dejaron aquellas personas a las que tanto quisimos…
Desgraciadamente puede ocurrir que ese ser especial no sienta lo mismo por nosotros, y eso nos hunde. A pesar de todo, no abandonamos la guerra, y seguimos en la línea de ataque, provocamos encuentros “casuales”, hacemos pequeños regalos “sin importancia”, nos acercamos al “enemigo” dando lo mejor de nosotros… eso sí, todo sin atrevernos a decir las palabras mágicas: te quiero, te extraño, pienso mucho en ti...aún no estamos preparados para un nuevo rechazo.
El tiempo pasa, y la persona con la que soñamos por las noches no reacciona del modo en que quisiéramos. ¡No importa! Aún queda la esperanza, todavía es pronto para rendirse!-- nos decimos en voz baja… Continuamos esforzándonos para llegar a la meta deseada, sin perder la ilusión ni las ganas (a menudo sólo es aumentar la agonía)
Pero la paciencia se acaba, y por fin tiramos la toalla, no sin antes dar un último salto: aquello que no nos atrevíamos a decir. Llegó la hora, nos arriesgamos al máximo y salen de nuestra boca esos sentimientos que nos oprimían el pecho.
Miserablemente la fortuna nos vuelve a dar la espalda, y todo se acaba cuando él/ella se aleja sin decir nada... Perdemos la guerra, las fuerzas, la fe, la esperanza…
Sólo el tiempo nos hará olvidar o volver a recordar, sólo el destino nos unirá o nos separará para siempre.
A pesar de todo tienes que arriesgarte, porque quién sabe si algún día, al decir esas mágicas palabras, encuentres el amor correspondido que tanto esperabas.
Desgraciadamente puede ocurrir que ese ser especial no sienta lo mismo por nosotros, y eso nos hunde. A pesar de todo, no abandonamos la guerra, y seguimos en la línea de ataque, provocamos encuentros “casuales”, hacemos pequeños regalos “sin importancia”, nos acercamos al “enemigo” dando lo mejor de nosotros… eso sí, todo sin atrevernos a decir las palabras mágicas: te quiero, te extraño, pienso mucho en ti...aún no estamos preparados para un nuevo rechazo.
El tiempo pasa, y la persona con la que soñamos por las noches no reacciona del modo en que quisiéramos. ¡No importa! Aún queda la esperanza, todavía es pronto para rendirse!-- nos decimos en voz baja… Continuamos esforzándonos para llegar a la meta deseada, sin perder la ilusión ni las ganas (a menudo sólo es aumentar la agonía)
Pero la paciencia se acaba, y por fin tiramos la toalla, no sin antes dar un último salto: aquello que no nos atrevíamos a decir. Llegó la hora, nos arriesgamos al máximo y salen de nuestra boca esos sentimientos que nos oprimían el pecho.
Miserablemente la fortuna nos vuelve a dar la espalda, y todo se acaba cuando él/ella se aleja sin decir nada... Perdemos la guerra, las fuerzas, la fe, la esperanza…
Sólo el tiempo nos hará olvidar o volver a recordar, sólo el destino nos unirá o nos separará para siempre.
A pesar de todo tienes que arriesgarte, porque quién sabe si algún día, al decir esas mágicas palabras, encuentres el amor correspondido que tanto esperabas.
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